Recién acabada la Semana Santa, entramos en el tiempo de Pascua en el que la Iglesia celebra la resurrección, desde hace más de dos mil años, de Jesús de Nazaret.
Creo que no son imaginaciones mías si digo que la cultura actual (y por lo tanto la sociedad), no cree realmente en este acontecimiento histórico, relegándolo al ámbito del folklore y las creencias particulares.
Prueba de esto son los libros y películas que salen de manera más o menos constante relacionados con el hecho religioso y que tienen en común el presentar a la Iglesia como la mala de la película cuya misión es evitar que se desvele algún oscuro secreto a cualquier precio….
A ello contribuye también, sin duda alguna, la imagen que muchos medios de comunicación dan de la Iglesia, más interesados en el escándalo y la polémica que no en la búsqueda de la verdad.
Todos parten de la premisa incuestionable que todo lo que los católicos creemos no es verdad, que es algo subjetivo, opinable y totalmente desvinculado de la realidad. Quizás por ello se nos mira con extrañeza si expresamos libremente nuestra opinión sobre algunos temas candentes. Y quizás también por ello no son pocos los cristianos que ocultan su condición de creyentes, llegando incluso a renunciar a su fe, por acomodarse a la realidad social que les rodea. Es lógico; tienen miedo de destacar, de sentirse diferentes, de sufrir críticas, de sentirse marginados dentro del trabajo e incluso, a veces, dentro de su propia familia.
¿Pero a alguien se le ha ocurrido pensar qué pasaría si lo que muchos consideran falso fuese verdad?. Y si realmente existiera un Dios que movido por Amor hubiese creado todo el universo, la tierra, al hombre y a cada uno de nosotros. Y si ese Dios, además, en un acto de auténtica locura se hubiera hecho hombre para enseñarnos a amar. ¿Te imaginas? Y si realmente lo hubieran matado y él hubiera resucitado tal y como dicen los Evangelios. Y si realmente hubiera instituido la Iglesia para que predicase por los cuatro vientos y hasta el fin de los tiempos esta verdad maravillosa.
¿Te imaginas que resultara cierto que la muerte no tiene la última palabra? Que tu existencia tiene un sentido, una finalidad. Que el dolor, la frustración, los fracasos tienen una explicación última. Que tú y yo estamos llamados a la felicidad, porque el Creador de todo cuanto existe te Ama con todo el Amor del mundo y ha muerto para salvarte del Pecado. ¿Te lo puedes imaginar?
Y si esto fuera así, ¿sería bueno o sería malo?, si realmente creyeras esto, ¿serias mejor persona o peor persona?,¿No es verdad que verías la vida con otra perspectiva?, que todo cobraría una nueva dimensión más profunda, más….trascendente. La gente, ya no sería simplemente gente, sino que serían tus hermanos, existiría un vínculo universal entre toda la humanidad que nos impediría sentirnos indiferentes ante las necesidades del otro. La vida sería algo sagrado y maravilloso. El dolor tendría un sentido y sería más llevadero. Las despedidas ya no serían para siempre. Nunca te sentirías solo, te sabrías amado. Tu vida no sería fruto del azar, sino fruto de un Plan Divino que te llama a hacer el bien, a trabajar mejor, a luchar contra tus defectos, a perdonar, a superarte como persona en todos los sentidos, es decir, a ser santo (excelente). Y todo por la razón más poderosa, por la única moralmente aceptable: por Amor. Dime, realmente, ¿No serias tú mejor?, ¿no seriamos todos algo mejores?, ¿no sería el mundo un lugar mucho mejor?.... ¡Yo creo que sí! ¿Pues entonces….?