DIFERENTES PERO IGUALES

Nunca dejaré de sorprenderme del temor (incluso pavor, diría yo), que despierta en ciertas personas lo diferente, lo extraño, lo ajeno.

La variedad, la diferencia, no es algo malo de por si. Lo plural puede enriquecernos, puede darnos nuevos puntos de vista, nuevas ideas que -sin hacer que renunciemos a nuestra particular visión del mundo- pueden contribuir a que esta se ensanche.

Me entristece que en un periodo llamado de globalización haya una tendencia creciente hacia la homogeneización, es decir, hacia el pensamiento único. Parece como si los valores de tolerancia y solidaridad (de los que tanto se oye hablar), no fuesen más que instrumentos para conseguir un mismo fin: que todos creamos lo mismo, que todos pensemos lo mismo, que todos compremos lo mismo...

Personalmente siempre me han atraído las personas con las que discrepo en temas importantes; hacen que me replanteé muchas cosas, me enseñan a argumentar mis pensamientos y me incentivan a ser más coherente con mi vida.

Creo que no hay que tener miedo al que es diferente –por el simple hecho de ser diferente-, y que lo que cuentan son las personas por encima de las ideas. Una ideología puede tener aspectos negativos pero no por eso todos sus seguidores han de ser juzgados como “negativos”.

Estar abierto al otro es una aptitud valiente que sólo pueden adoptar los que están convencidos de que en el interior de cada ser humano existe todo un tesoro por descubrir. ¡Somos millonarios y no lo sabemos!