El otro día paseando por Barcelona, me asaltó por el camino una chica (de nombre A-S), que era voluntaria de ACNUR. Yo no conocía esta organización, que según me explicó, depende de la ONU, y se dedica a atender a miles de refugiados por todo el mundo.
La finalidad del referido asalto no era otra que la de obtener un donativo. Yo le expliqué que ya colaboraba en otras actividades benéficas y que no le daría nada, pero que si ella me lo permitía, haría una entrada en mi blog dando a conocer su trabajo y el de su organización. Accedió encantada, y nos despedimos.
La finalidad del referido asalto no era otra que la de obtener un donativo. Yo le expliqué que ya colaboraba en otras actividades benéficas y que no le daría nada, pero que si ella me lo permitía, haría una entrada en mi blog dando a conocer su trabajo y el de su organización. Accedió encantada, y nos despedimos.
He de confesar que siempre que me encuentro con cooperantes de alguna ONG por la calle tengo varios sentimientos, algunos de ellos contradictorios.
Por un lado siento curiosidad. Curiosidad por saber a que se dedican, que hacen, donde están. También siento una gran alegría, ya que saber que hay tanta gente buena que dedica su esfuerzo y dinero a ayudar a los demás siempre es un motivo de esperanza.
Pero seguidamente, -y como algo inevitable-, siento una gran vergüenza y un pequeño sentimiento de culpabilidad, por no poder ayudarles como ellos quisieran… A uno le gustaría hacer más de lo que hace y dar más de lo que tiene, pero los recursos son limitados y no siempre se puede.
Aún así, me quedo con los sentimientos positivos, y espero que me sigan asaltando muchas más veces por la calle, aunque sólo sea para recordarme que aún existen personas que no han desistido a cambiar el mundo …
Aún así, me quedo con los sentimientos positivos, y espero que me sigan asaltando muchas más veces por la calle, aunque sólo sea para recordarme que aún existen personas que no han desistido a cambiar el mundo …
No hay comentarios:
Publicar un comentario