Ya desde hace años, vengo observando la tendencia, muy
acusada entre gente joven, hacia un sentimentalismo bastante desbocado.
Tener sentimientos es algo positivo, sin duda: son los
impulsos que provocan en nuestro ánimo determinadas situaciones. O sea, que son
síntoma de lo que popularmente se llama ‘tener corazón’.
También las emociones, como agitaciones de nuestro ánimo ante
ideas, recuerdos.., constituyen estados afectivos que nos pueden ayudar en
nuestra vida. ¡Qué duro debe ser no emocionarse ante algo bonito, o triste, o
agradable..!
Pero el sentimentalismo es diferente: consiste en una
exageración del sentimiento, en una sensiblería fuera de lugar. El
sentimentalista no logra dominar su vida emocional: se ve desbordado por una
desmesurada y exclusiva reacción sensible ante lo que le rodea. Así, las cosas
ya no las mide por cómo deben ser, sino por cómo le gustaría que fueran. Y va
abandonando poco a poco el esfuerzo requerido para hacer de la vida algo
valioso. Porque se ha de reconocer que lo valioso no suele ser lo que produce
placer, sino lo que se ajusta a la razón.
A poner freno a este mundo de valores exclusivamente
sensitivos no colabora precisamente la realidad que tenemos delante: la
publicidad de todo tipo y producto incide especialmente en satisfacer anhelos
primarios y en situar la felicidad en la posesión de cosas que no la
proporcionan. Los deseos fácilmente logrados. La cultura del no-esfuerzo, etc.,
etc.
Se trata de descubrir el modo inteligente de armonizar
mente y corazón, razón y sentimientos, para dar a nuestra vida la dimensión que
realmente tiene: somos cabeza y corazón, que se complementan y necesitan.
Si el sentimentalismo rige la vida de una persona, lo más
probable es que desemboque en formas diversas de escapismo, para eludir una
realidad que le está exigiendo poner un plus de razón y menos sentimiento. En
sus casos extremos, ese escapismo es la causa del recurso al alcohol, a la
droga, al juego… Son maneras de ‘fugarse’, adicciones que buscan refugio en lo
que resulta placentero.
Según el filósofo José Antonio Marina, hay
valores espontáneos (evidentes, imperativos y claros) y valores pensados
(producto de la reflexión, de la racionalidad). Lo verdaderamente humano es
actuar conforme a valores pensados, aunque en algunos casos esos valores sean
opuestos al puro sentimiento.
Los afectos, los sentimientos -otra idea también de
Marina- debemos utilizarlos de forma inteligente: como quien utiliza las fuerzas
de la naturaleza en su beneficio; como señala un proverbio holandés muy
ilustrativo:
No podemos evitar el viento,pero podemos construir molinos.
No podemos evitar que en nuestra vida haya una cierta
tendencia al sentimentalismo; pero, con ayuda de la inteligencia, lo
encauzaremos hacia causas nobles en vez de convertirnos en gentes blandas y
azucaradas, que se deshacen ante cualquier contratiempo.
Extraido de http://doceoetdisco.blogspot.com
6 comentarios:
Que tal
Por medio de este escrito, te anuncio ya estas aceptado en Blogueratura.com
Sigue escribiendo; para cualquier duda puedes contactarme vía el correo electrónico especiales@blogueratura.com y en el subject escribe BLOGUERATURA
Bienvenido
Acabo de escribir algo al respecto en mi blog... por cierto... hace tiempo no te veo por él. Bendiciones.
Cristian,
Muchas Gracias por tu comentario. Felicidades por tu post en tu blog. Aunque no deje ratro te leo...
Saludos !!!
Ni "sensibleros" ni frialdad total...un abrazo cómo va todo?
Fantastisco mendigo. Muchas Gracias. Un abrazo!!!
Quando aqui venho, encontro sempre algo apropriado ao que vai em mim.
Sentimentalista sim. E é duro.
Não sei como construir molinos.
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