LOS GATOS DE DIOS

Este “lindo gatito” que veis en la foto se llama Lola y pertenece a nuestro amigo Álvaro que nos la ha dejado a nuestro cargo mientras el disfruta de unas merecidas vacaciones.

Mi mujer es una amante de los gatos, y tanto ella como yo hemos tenido gatos anteriormente. Ella ha tenido que desprenderse de su gato Kofi, ya que hace mucha compañía a mis suegros. Por lo que a mi se refiere, la última relación que tuve con los felinos no fue precisamente buena ya que acabó con el trágico suicidio de mi gato Simba, que se lanzó inexplicablemente al vacío desde una altura de seis pisos cayendo sobre el asfalto. Desde ese día no me acabo de creer eso de las siete vidas de los gatos...

Los gatos caseros viven bastante bien, son los reyes de la casa. Sin hacer nada por merecerlo lo tienen todo; comida, agua, un lugar donde dormir. Son bastante independientes, solo se acercan a su dueño cuando tienen hambre, sed o quieren recibir mimos. Cuando no tienen el día no dudan en soltarte un zarpazo, y luego aquí no ha pasado nada.

En esto considero que se parecen bastante a los humanos en su relación con Dios. Él nos proporciona todo lo que necesitamos para vivir y nos da todo su amor, y nosotros –que vamos a la nuestra- sólo nos acordamos de Él cuando tenemos alguna necesidad o cuando buscamos consuelo. Luego si te he visto no me acuerdo.

La verdad es que Lola –como buen miembro de la comunidad felina- es también así, pero a mi mujer y a mi no nos importa porque sabemos que es lo propio de un gato comportarse como tal, y no se lo tenemos en cuenta y la seguimos queriendo tan gata como es.

De la misma manera, Dios –que tiene muchos “gatos” humanos- también nos quiere tal y como somos y perdona nuestro comportamiento gatuno...