Este que veís es Miguel, mi futuro cuñado político (el marido de la hermana de mi prometida). Ayer Domingo nos reunimos ambas familias -la de mi novia y la mía- en su casa, donde nos preparó, con gorro de chef incluido, una magnífica barbacoa. Cuando las brasas perdían fuerza, Miguel avivaba el fuego, para que los pinchos se hicieran bien.
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Como ayer se celebró el día de Pentecostés (la venida del Espiritu Santo), recordé aquella conocida oración que reza "¡Ven oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor".
Como ayer se celebró el día de Pentecostés (la venida del Espiritu Santo), recordé aquella conocida oración que reza "¡Ven oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor".
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Creo que en la vida espiritual pasa igual que en la Barbacoa de mi cuñado; primero has de poner TODA la carne en el asador, luego decidirte a encender la brasa para que todo arda, y para que no se apague el fuego del amor, pedir al Señor que avive las brasas con su Espíritu. Es una receta que no falla nunca, ¡ la prueba es que los pinchos de la foto quedaron riquísimos!
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