febrero 07, 2008

vivir la Cuaresma como un «gran retiro espiritual»


Benedicto XVI invitó a vivir esta Cuaresma, que comenzó en este Miércoles de Ceniza, como «un gran retiro espiritual» de cuarenta días para llegar a ser auténticos cristianos.

Fue la invitación que presentó a los miles de peregrinos que participaron en la audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI.

«Dado que los compromisos, los afanes y las preocupaciones nos hacen volver a caer en la rutina, exponiéndonos al riesgo de olvidar hasta qué punto es extraordinaria la aventura en la que nos ha involucrado Jesús --dijo el Papa--, tenemos necesidad, cada día, de comenzar de nuevo nuestro itinerario exigente de vida evangélica, retirándonos en nosotros mismos a través de momentos de pausa que regeneran el espíritu».

Por eso, aclaró, «con el antiguo rito de la imposición de las cenizas, la Iglesia nos introduce en la Cuaresma como en un gran retiro espiritual que dura cuarenta días».

El obispo de Roma recordó que en los orígenes, en la Iglesia primitiva, la Cuaresma era el tiempo privilegiado para la preparación de los catecúmenos a los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía, que se celebraban en la Vigilia pascual.

«Se consideraba la Cuaresma como el tiempo para hacerse cristianos, que no se vivía en un solo momento, sino que exigía un largo camino de conversión y renovación», recordó.

«La Cuaresma tenía, y todavía hoy lo conserva, el carácter de un itinerario bautismal, en el sentido de que ayuda a mantener despierta la conciencia de que ser cristianos se realiza siempre como un nuevo hacerse cristianos: no es nunca una historia concluida que queda a nuestras espaldas, sino un camino que exige siempre un nuevo ejercicio», explicó.

«Somos criaturas limitadas, pecadores que siempre necesitamos penitencia y conversión», constató. «¡Qué importante es escuchar y acoger este llamamiento en nuestro tiempo!».

Convertirse, aclaró, quiere decir «dejarse conquistar por Jesús y "volver" con Él al Padre».

«La conquista del éxito, la obsesión por el prestigio y la búsqueda de las comodidades, cuando absorben totalmente la vida hasta llegar a excluir a Dios del propio horizonte, ¿llevan verdaderamente a la felicidad? ¿Puede haber felicidad auténtica prescindiendo de Dios?», se preguntó el pontífice.

«En realidad, la única alegría que llena el corazón humano es la que procede de Dios: tenemos necesidad, de hecho, de la alegría infinita. Ni las preocupaciones cotidianas, ni las dificultades de la vida, logran apagar la alegría que nace de la amistad con Dios».

Por último, el Papa presentó a la Iglesia el Mensaje para la Cuaresma que ha escrito en este año, dedicado a la limosna.

«Por desgracia sabemos hasta qué punto la sugestión de las riquezas materiales penetra en la sociedad moderna», constató.

«Como discípulos de Jesucristo, no estamos llamados a idolatrar los bienes terrenales, sino a utilizarlos como medios para vivir y para ayudar a los que tienen necesidades», añadió.

Al presentarnos la práctica de la limosna, la Iglesia, concluyó, «nos educa a salir al paso de las necesidades del prójimo, a imitación de Jesús, que, como observa san Pablo, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza».
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 6 febrero 2008 (ZENIT.org)

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